La Torá, en múltiples oportunidades, contiene preceptos que dicen, de manera imperativa, que hay que ayudar al necesitado. El clamor de los profetas, especialmente de aquellos que denominamos “profetas del libro”, Oséas, Amós, Miqueas e Isaías, señala que uno de los pilares de su prédica es el compromiso directo con los necesitados. La manera en que se honra a Dios es creando una sociedad de justicia, y eso implica construir una comunidad en la que todos puedan vivir dignamente. Una de las tesis básicas que aparecen en las sagradas escrituras es que no puede haber una estructura de sociedad, de pueblo, de nación que no tenga un fuerte componente ético y un compromiso con todos los estratos sociales. La obligación de ayudar a la viuda y al huérfano se repite una y otra vez en la literatura bíblica. En la tradición de vida judía siempre hubo sociedades de ayuda para aquellos necesitaron un plato de comida, escribe el rabino Skorka.
Toda la literatura bíblica sobre la posesión de las tierras, dice Skorka, tiende a garantizar que no haya latifundios, que cada familia tenga una parcela para su subsistencia y, a su vez, fija reglas de explotación de manera que la tierra sea preservada. Cada parcela, según la Torá, se debe cultivar seis años, y el séptimo debe dejársela descansar para que recupere sus nutrientes.
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