"¿Quién delinque, si hacemos caso omiso del estricto criterio judicial? ¿El contribuyente que defrauda sin sobrepasar los límites de lo razonable, confieso que nunca he incluido en mi declaración de impuestos los juguetes que los Reyes Magos traían a mis hijos, o el recaudador que se apropia del fruto del sudor ajeno para financiar el Estado de Corrupción o para conseguir votos repartiendo cazos de sopa boba, panem y circenses entre el grueso de la población?", se pregunta el escritor español Fernando Sánchez Dragó en su libro La canción de Roldán.
Añade el escritor que “el poder corrompe inexorablemente a todo el que lo ejerce, y eso vale, salvando de nuevo las distancias entre lo incruento y lo sangriento, para los políticos que cobran una comisión y para los nazis que abrían las espitas del gas en los campos de exterminio”.
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