En su inmensa mayoría, los seres humanos necesitan una identidad colectiva y sentir que forman parte de un grupo identificable. Algunos individuos logran liberarse de esta necesidad, pero un pueblo no puede permitirse este lujo, porque el sentimiento de pertenencia confirma la existencia de todos, dice el filósofo Tzvetan Todorov. Mientras el grupo se mantiene más o menos estable, el individuo puede no darse cuenta y creer que es fácil prescindir de él. Sin embargo, basta que el grupo empiece a cambiar rápidamente, con más razón si pierde algunos privilegios de los que gozaba, para que sus miembros se sientan en peligro e intenten protegerse, sobre todo apartando a los demás. En la actualidad, los autóctonos europeos sienten que su identidad tradicional se tambalea, pero las interpretaciones de este sentimiento divergen.
En el 2100, la población autóctona europea será menos de un tercio de la población de Europa (170 millones) frente a una abrumadora mayoría de inmigrantes o personas de origen inmigrantes (para un total de 520 millones de personas, casi la continuación de la población actual). Las Naciones Unidas decidieron “recomendar” cuotas de inmigración para el reemplazo de los europeos originarios que desaparecen mediante su demografía, que es el concepto de “reemplazo de población” que se está implementando. “Todos los países y regiones estudiados en este informe requerirán un flujo de inmigración para evitar que la población disminuya. Sin embargo, el nivel de la inmigración, en la experiencia pasado, es muy variable”. Para la Unión Europea, las tasas continuas de inmigración observadas en la década de 1990, era casi lo suficiente para evitar una disminución de la población total, mientras que para el conjunto de Europa entera, debe ser el doble de la tasa de inmigración observada en la década de 1990. (Extracto del informe de la ONU)
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