Se llega a la idea del matrimonio sobre las alas embriagadoras del enamoramiento. A continuación sigue el deber de la representación social, el vestido, la ceremonia, la recepción, la vivienda, el viaje de luna de miel. Y así vuela un año o dos, con los años vuela también el enamoramiento y entonces se instala en los casados la idea de haber sido estafados. “Pensaba que ella era diferente… pensaba que él era diferente… pensaba que mi amor lo/la cambiaría”. ¿Por qué nadie les dijo jamás que los únicos capaces de cambiarnos a nosotros mismos somos nosotros mismos? Y nadie les dice que tal vez el único resquicio para salvar el matrimonio es precisamente aquél; crecer en la propia individualidad interior, conocerse y reconocer bajo la justa luz el sentido de la vida en pareja. Se trata de un paso
difícil y a menudo desagradable, un paso que requiere gran humildad. Es mucho más fácil poner todo en manos de los abogados y volver a encontrarse libres. Pero, una vez más, se tratará de una libertad sólo aparente, porque la verdadera libertad está indisolublemente ligada al conocimiento profundo de uno mismo y del proyecto propio, explica Susanna Tamaro
No hay comentarios:
Publicar un comentario