“No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones” (Sal 71,9). Es el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio. Son muchos los avances de la ciencia que permiten mejorar las condiciones de los enfermos, pero ninguno de ellos puede reemplazar la cercanía humana.
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