Booth Tarkington escribe en “El cuarto mandamiento”:—¿A qué se deben las arrugas? —preguntó Amberson—. ¿Al tiempo?, ¿a los disgustos? Porque, naturalmente, no podemos suponer que es la sabiduría si no queremos pecar de groseros. —Yo te diré a qué se deben —dijo Eugene—. La edad traza algunas, las penas otras, el trabajo también; pero las más hondas son las que tienen por origen la falta de fe. La frente más despejada es la de quien cree más profundamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario