Al llegar los años ochenta, las medidas de austeridad y energías alternativas tomadas por los países tecnificados frenaron la escalada del precio del petróleo. En 1982, el crudo había bajado a 25 dólares el barril. El mundo era distinto. La industria ya no era el sector predominante, sino los servicios. La producción se abarató a costa de la racionalización de los sistemas y la introducción de nuevas tecnologías, entre ellas la robótica y la informática. Las máquinas sustituyeron a los hombres, como ya había ocurrido en la época de la primera Revolución Industrial. El problema del paro ya no habría de ser resuelto del todo, pero el aumento de los servicios, cada vez más desarrollados y más diversificados, compensó en parte el problema de mano de obra, requiriendo nuevos tipos
de empleados. El mundo occidental volvió a vivir épocas de empleado a partir de los años ochenta. Los países pobres ya no se recuperarían nunca del todo.
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