La imprenta tuvo un impacto muy profundo en la forma de hacer negocios; introdujo gráficas, listas y tablas que ofrecían una descripción del mundo más objetiva y precisa que cualquier valoración personal. También contribuyó a la expansión del comercio por tierra y por mar al abaratar la reproducción de los mapas y popularizar su uso. La imprenta también facilitó los contratos comerciales, un elemento clave para extender el alcance del intercambio comercial. Olvidamos que en la economía feudal, en la que la interacción económica se basaba en la palabra dada, la actividad económica se limitaba a distancias cortas. En una cultura oral, la “palabra” de las personas bastaba para acordar operaciones económicas. Incluso hoy, en contabilidad se emplea la palabra auditoría para describir los exámenes financieros, una palabra que se remonta a los días de la economía feudal, antes de la imprenta, cuando los auditores proclamaban a viva voz la información financiera de una transacción para verificar su autenticidad.
La imprenta abrió el camino a la contabilidad moderna, manifiesta el sociólogo y economista Jeremy Rifkin. Se podían enviar a grandes distancias conocimientos de embarque, listas de precios, facturas, cheques y pagarés normalizados que se podían archivar, haciendo que la gestión fuera más versátil y se adaptara a la rapidez y el alcance de la vida comercial facilitada por las nuevas fuentes de energía basadas en el agua y el viento. Con la imprenta, la confianza comercial se sellaba en registros escritos que incluían las firmas personales de los interesados.
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