Se hace cada vez más obvio que está desarrollándose una tendencia hacia lo mega y a la vez hacia lo micro, opina Will Gompertz. Todo lo de en medio, el “así, así” y el que se quede a mitad de camino van a encontrar más dificultades en el mundo de la información instantánea y las casi infinitas
opciones de consumo. Se está abriendo una clara brecha. Por un lado están las marcas globales, los gigantescos polígonos comerciales de las afueras y los sitios web dominantes; por otro, los artesanos que crean y proveen de productos y servicios auténticos, locales, personalizados. Muchos de esos diestros profesionales son los que trabajan desde la calle mayor de su pueblo, en un local que hace unos años estaba tapiado. Es ese grupo cada vez mayor de individuos y pequeños colectivos el que terminará evolucionando hasta convertirse en una nueva clase profesional, la creativa. Quizá ya estemos acercándonos a ese tipo de sociedad en que de nuevo abundarán los ebanistas y los panaderos artesanos, los pintores de fin de semana y los inventores a tiempo parcial. La mayoría de esos creadores trabajará en el mundo digital o aprovechando enormemente las ventajas que ofrece. La falsa división entre quienes son y no son creativos terminará desapareciendo cuando nos demos cuenta de que todo el mundo tiene el don de crear obras imaginativas de mérito.
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