miércoles, 4 de enero de 2017

Las guerras europeas (1500-1799) tuvieron beneficios imprevistos.

En todo el período de 1500 a 1799, España estuvo en guerra con enemigos extranjeros el 81 por ciento del tiempo, Inglaterra el 53 por ciento, y Francia el 52 por ciento. Pero esta constante lucha tuvo tres beneficios imprevistos dice el historiador británico Niall Ferguson. 

En primer lugar, alentó la innovación en tecnología militar.Mientras tanto, en el mar, los barcos se quedaron pequeños. En comparación con la galera mediterránea, cuyo diseño apenas había variado desde los tiempos romanos, la carabela portuguesa de finales del siglo XV, con sus velas de cruz y sus dos mástiles, había encontrado el equilibrio ideal entre velocidad y potencia de fuego. En 1501, el sistema francés de situar hileras de cañones en troneras especiales a ambos lados de la cubierta de un barco convirtió a los buques de guerra europeos en fortalezas flotantes.


El segundo beneficio de la guerra casi constante en Europa fue que los estados rivales se hicieron cada vez más eficientes a la hora de recaudar los ingresos necesarios para pagar sus campañas.Los europeos comenzaron a experimentar inusitados métodos de empréstito público, sembrando así la semilla de los modernos mercados de bonos.Otra innovación fiscal de trascendental importancia fue la idea holandesa de conceder derechos comerciales en régimen de monopolio a sociedades anónimas a cambio de una parte de sus beneficios y del acuerdo de que las empresas actuarían como subcontratistas navales contra las potencias rivales. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales, fundada en 1602, y su homologa la Compañía
Británica, fueron las primeras empresas propiamente capitalistas, con su capital social dividido en acciones negociables que daban dividendos en efectivo a discreción de sus directores.


En tercer lugar aunque aumentaron las rentas de la realeza, también redujeron las prerrogativas reales al crear las perdurables figuras de los nuevos copartícipes del poder en los tempranos estados modernos: los banqueros, los bonistas y los directores de empresa. Pero sobre todo, varias sucesiones de conflictos internos vinieron a asegurar que ningún monarca europeo llegara a ser lo bastante fuerte como para poder prohibir la exploración en ultramar. Ni siquiera cuando los turcos avanzaron hacia Europa oriental, como hicieron repetidamente en los siglos XVI y XVII, hubo ningún emperador paneuropeo que pudiera ordenar a los portugueses que suspendieran sus exploraciones marítimas y se centraran en atacar al enemigo por el este.Por el contrario, todos los monarcas europeos alentaron el comercio, la conquista y la colonización como parte de su mutua competencia.

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