¿Por qué la Gran Colombia de Bolívar no logró establecerse como núcleo de unos Estados Unidos de Latinoamérica?
La primera es que los sudamericanos no tenían prácticamente experiencia en tomar decisiones por la vía democrática tal como había sido normal en las asambleas coloniales norteamericanas ya desde el primer momento, dice el historiador y profesor británico Niall Ferguson. De hecho, dado que el poder había estado tan concentrado en las manos de los españoles peninsulares, los criollos apenas tenían experiencia en ninguna clase de responsabilidad administrativa. El sueño de Bolívar resultó ser no la democracia, sino la dictadura; no el federalismo, sino la centralización de la autoridad.
Conforme a la Constitución que él ideó, y que, entre otras
particularidades, preveía una asamblea tricameral, Bolívar había de ser el dictador vitalicio, con derecho a designar a su sucesor. “Estoy convencido hasta el tuétano, declaraba, de que América solo puede ser gobernada por un hábil déspota… no podemos permitirnos poner a las leyes por encima de los líderes y a los principios por encima de los hombres.” Su Decreto Orgánico de la Dictadura de 1828 dejaba claro que en la Sudamérica bolivariana no habría democracia de propietarios ni imperio de la ley.
Bolivar. |
El segundo problema tenía que ver con el hecho mismo de la distribución desigual de la propiedad. Al fin y al cabo, la propia familia de Bolívar tenía cinco grandes fincas, que abarcaban más de 48.500 hectáreas. En la Venezuela inmediatamente posterior a la independencia, casi toda la tierra era propiedad de una élite criolla de solo 10.000 personas, el 1,1 por ciento de la población. El contraste con Estados Unidos resulta especialmente llamativo en ese sentido.Todavía en 1958, en Perú, el 2 por ciento de los terratenientes controlaban el 69 por ciento de toda la tierra cultivable; y un 83 por ciento poseían solo el 6 por ciento, consistente en parcelas de cinco hectáreas o menos.
La tercera dificultad ,estrechamente relacionada con las dos anteriores, era que el grado de heterogeneidad y división racial era mucho más elevado en Sudamérica. Los criollos como Bolívar odiaban a los peninsulares con extraordinaria amargura, dice Ferguson. Pero los sentimientos de los pardos y esclavos hacia los criollos no eran más amistosos. La apuesta de Bolívar para recabar el apoyo negro no se basaba en una auténtica creencia en la igualdad racial; era un tema de conveniencia política.
Estatua en Londres de Simón Bolivar. |
Para entender por qué las divisiones raciales fueran más complejas en Sudamérica que en Norteamérica, es vital apreciar las profundas diferencias que surgieron en el tiempo de Bolívar. En 1650, los indios americanos representaban alrededor del 80 por ciento de la población tanto en Norteamérica como en Sudamérica, incluido también Brasil. En 1825, en cambio, las proporciones eran radicalmente diferentes. En la América española los pueblos indígenas todavía representaban el 59 por ciento de la población. En Brasil, sin embargo, la cifra estaba por debajo del 21 por ciento, mientras que en Norteamérica no llegaba al 4 por ciento. En Estados Unidos y Canadá se había iniciado ya la inmigración masiva desde Europa, mientras que la expropiación de los pueblos indios y su traslado a reservas de tierras marginales se logró con relativa facilidad por la fuerza militar. En la América española los indios no solo eran más numerosos, sino que asimismo configuraban, en ausencia de una inmigración de envergadura comparable, la mano de obra indispensable para el sistema de las encomiendas.
Nada ejemplifica mejor el contraste entre las dos revoluciones americanas que esto: la Constitución única de Estados Unidos, enmendable pero inviolable, y las 26 constituciones de Venezuela, todas ellas más o menos desechables. Solo la República Dominicana ha tenido más constituciones desde su independencia ; Haití y Ecuador figuran en tercera y cuarta posición, respectivamente, con 24 y 20. A diferencia de Estados Unidos, donde la Constitución se diseñó para sustentar “un gobierno de leyes, no de hombres”, en Latinoamérica las constituciones se utilizan como instrumentos para subvertir el propio imperio de la ley.
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