F. A. Hayek señala que Occidente ha sustituido el orden descentralizado y anónimo del mercado por la dirección colectiva de la sociedad, y que en ello encuentra la causa de todos sus males. La planificación y el colectivismo hunden a la sociedad en la miseria, en todos los sentidos.Hayek señala cómo la sociedad de su tiempo ha caído en el error de sacrificar su libertad por una mayor seguridad, además de cómo se ha manipulado el propio concepto de libertad, indicando que las distintas corrientes del socialismo han llevado al hombre a entender la libertad en un sentido absoluto, frente al modo en que la entiende el liberalismo clásico, como una libertad condicionada y limitada por las circunstancias. Por este motivo, denuncia que los "apóstoles de la nueva libertad", con el énfasis en la supuesta libertad ‘real’, lo que hacen es limitar la capacidad de elección de las personas al terminar por imponer medidas intervencionistas, como la distribución de la riqueza. Sin embargo, a este respecto lo más reseñable de la tesis de Hayek es que el principal motor de este cambio de valores es el rechazo de las nuevas generaciones hacia la libertad debido a que, gracias al gran bienestar del que gozaron, comenzaron a anhelar otros ideales y olvidaron qué fue lo que posibilitó alcanzar esa riqueza que disfrutaron. Y es que, como bien apunta, el aspecto económico de la vida, si bien no es el fundamental en un sentido humano, no deja de ser el que posibilita la búsqueda de los fines más elevados.
El colectivismo y la planificación central, frente al individualismo político liberal, suponen los cimientos de un régimen sociopolítico menos eficiente en el aspecto económico y mucho más perverso en un sentido moral. Es evidente que en lo económico el orden de mercado logra coordinar mejor los esfuerzos humanos que un planificador central gracias a la existencia de un sistema de precios que nos indica dónde se encuentran las oportunidades de ganancia en el mercado y, por tanto, nos muestra dónde se han de satisfacer las necesidades de la sociedad. Del mismo modo, en el ámbito económico la presencia de un planificador central significa la anulación de la seguridad jurídica, elemento sumamente importante para el surgimiento de un entorno favorable a la llegada de inversiones y el florecimiento de la actividad económica. En un Estado de Derecho las normas son claras, y los agentes económicos pueden anticipar la actuación gubernamental, logrando así configurar un sistema seguro para la actividad económica.
Hayek señala que un régimen de planificación implica la discriminación. Si bien la justicia clásica se caracterizaba por ser ciega (“dar a cada uno lo suyo”), la planificación central se basa en todo lo contrario, pues no es más que la materialización de la voluntad del planificador. Por ello, Hayek incide en que, si hay un régimen sociopolítico especialmente contrario a la democracia y el Estado de Derecho, ese es el de planificación central, pues se basa en el dominio de la voluntad de una pequeña minoría sobre el resto de la sociedad.