martes, 30 de diciembre de 2025

El mundo parece estar permanentemente en estado de llegar a ser


Como apuntaba Hanna Arendt, no hay testamento que especifique qué pertenece a quién; lo que nosotros llamamos legado o herencia es poco más que el acto de dejar el pasado a merced del destino. Escribe Zygmunt Bauman que “el pasado es rehén del futuro, y está destinado a serlo para siempre, por mucho que se haya negociado celosamente su liberación o manumisión y por alto que sea el rescate ya pagado. El famoso aforismo de Orwell, que dice que quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado, sigue siendo válido y creíble mucho después de que su inspiración original (las ambiciones y prácticas de los “Ministerios de la Verdad” totalitarios) se hundiera en el pasado (y para muchos de nuestros contemporáneos, en el olvido). El inconveniente, sin embargo, es que pocas personas, si es que hay alguna, pueden presumir hoy de controlar el presente y menos todavía merecen que se crea que hacen lo que dicen que pueden hacer.Con el presente cortado por ambos extremos; por el pasado, al que hoy se niega la autoridad de guía acreditado, y por el futuro, que ya ignora las demandas e inmolaciones del presente y que las trata con una negligencia no muy diferente de aquella con que el presente trata el pasado, el mundo parece estar permanentemente en estado de llegar a ser. El curso que tomará a la larga este llegar a ser es crónicamente indeterminado; su dirección tiende a variar (o ir a la deriva) aleatoriamente más que a obedecer cualquier orden específica del tipo de las que se postulaban no hace mucho bajo la denominación de leyes de la historia”.


Cuando Octavio Paz renunció a ser comunista

Octavio Paz

Cuando Octavio Paz llega a España en 1937, en plena guerra civil, su identificación con la izquierda comunista es total. Pero poco a poco el comunismo le fue desilusionando. Posteriormente, en las revistas Plural y Vuelta denunció las violaciones a los derechos humanos de los regímenes comunistas. Esto le causó mucha animosidad por parte de la izquierda latinoamericana. En el prólogo que escribe al tomo IX de sus obras completas, publicado en 1993, Paz confiesa que al abandonar el partido comunista empezó a ser visto con sospecha.“La desconfianza empezó a transformarse en enemistades más y más abiertas e intensas. Pero en aquellos días (década de 1950) yo no me imaginaba que los vituperios iban a acompañarme años y años, hasta ahora”. En realidad, la animadversión de algunos escritores encuadrados en la izquierda se mantuvo hasta su muerte en 1998, y aún después de muerto. 

lunes, 29 de diciembre de 2025

El liberalismo es una teoría de lo correcto, no de lo bueno


El liberalismo es una teoría de lo correcto, no de lo bueno. Esto significa dos cosas. La primera es que excluye del debate político sobre la justicia aquellos razonamientos que apelan a las concepciones particulares de la vida buena; por ejemplo, debemos hacer X porque es la única manera de vivir según el mandato de Dios. La segunda, más importante en el presente contexto, es que da libertad a los individuos para que guíen su conducta según la concepción de vida buena que juzguen más conveniente. Prescribe cómo han de comportarse en su relación con los demás en la esfera pública, pero guarda silencio sobre el carácter y las aspiraciones que deben cultivar. Lo primero es universalizable; lo segundo, no. Este agnosticismo respecto a lo bueno explica la austeridad del ideal de ciudadanía liberal que, en lo esencial, acaba siendo parasitario del ideal de justicia. El buen ciudadano es el que cumple las exigencias impuestas por instituciones justas. Los liberales asumen que, en condiciones ideales, los individuos son capaces de actuar de manera justa; pero su teoría no ofrece certeza alguna de que lo vayan a hacer. Al liberalismo, según la filósofa Victoria Camps, le falta un “vértice aristotélico” que desarrolle, sin complejos, un catálogo de virtudes cívicas. 
Las instituciones, por sí solas, no pueden erradicar toda clase de injusticias, ni es deseable que lo hagan. Un reparto equitativo de las tareas domésticas entre hombres y mujeres, por ejemplo, no puede imponerse por decreto. Puede fomentarse mediante políticas que faciliten las decisiones adecuadas, dando incentivos y contribuyendo a crear un ethos social igualitario. La educación cívica de los ciudadanos promete bondades en este sentido, pero es una empresa hercúlea. La ampliación del currículo escolar con materias específicas es sólo el punto de partida. No basta, según Victoria Camps, por dos razones. La primera es que la virtud requiere práctica. Lo importante no es saber en qué consiste ser valiente, sino no amilanarse ante cualquier circunstancia desfavorable. Cuando se trata de practicar las virtudes cívicas, el escenario idóneo es la interacción con los conciudadanos más allá del aula. La segunda es que, a juicio de Camps, el peso de la educación cívica no ha de recaer sólo sobre la escuela, ni tampoco sobre la familia. Tiene responsabilidad de educar cívicamente cualquier sector o profesión que transmita formas de actuar que los jóvenes imitan. Es decir, todos.

Referencia:La fragilidad de una ética liberal, de Victoria Camps

Se perpetúa la dramática situación de la población civil en la República Democrática del Congo

En el este de la República Democrática del Congo sigue sin ser realidad el acuerdo de paz firmado el 4 de diciembre entre los presidentes congoleño y ruandés, Félix Tshisekedi y Paul Kagame. El embajador estadounidense ante las Naciones Unidas,Mike Waltz,ha denunciado la amplitud y la sofisticación de la participación de entre 5.000 y 7.000 efectivos ruandeses. Luego, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, había hablado de una clara violación del acuerdo por parte de Kigali.
Se perpetúa la dramática situación de la población civil. Los últimos ataques han causado, denunció UNICEF, un desplazamiento total de al menos 500.000 personas, de las cuales 100.000 son niños. "La gente, sobre todo muchos niños, mujeres, ancianos, enfermos, siguen sufriendo, si no muriendo de hambre, sed, cansancio, frío, enfermedades", ha denunciado Sébastien Joseph Muyengo Mulombe, obispo de Uvira.
Fuente: Alfa y Omega

domingo, 28 de diciembre de 2025

No estamos volviendo al paganismo porque no estamos volviendo a nada

En pocos decenios hemos pasado de La sociedad de la nieve a la epidemia de suicidios y la expansión de la eutanasia; de sobrevivir en los Andes durante 72 días a pedir bajas laborales porque ir a trabajar nos produce ansiedad. Además de ser importante esta crisis (lo que no es nuevo), es distinta, lo que dificulta captar su radicalidad. Parte de la dificultad se debe a que las causas no son solo religiosas o morales, aunque también (alejamiento de Dios, inmoralidades generalizadas); tal vez algunas ni siquiera son deliberadas. Algunas están ya en las estructuras de nuestras vidas ordinarias, como la debilidad de las relaciones horizontales (entre personas) frente a las crecientes relaciones verticales (de las personas con el Estado). Como no siempre se trata de cosas necesariamente malas, es fácil que nadie las combata, desde la velocidad del cambio, el desarraigo resultante de la competitividad, los desplazamientos y los modernos puestos de trabajo, la inundación de información de todo género, la dispersión de la atención, la tecnificación y racionalización de todo, la IA, las habilidades que poco a poco perdemos con el perfeccionamiento de las máquinas…
Poco tiene en común esta crisis con el final del Imperio Romano. Tampoco estamos volviendo al paganismo porque no estamos volviendo a nada; el paganismo quedaría del mismo lado del parteaguas que el cristianismo. Estamos cortando, y muy rápido, con todo lo clásico, lo cual no sucedió en absoluto al caer Roma. En realidad, Roma nunca murió; ha estado viva, de alguna manera, casi hasta hoy. Los aspectos que hacen a esta crisis diferente son heterogéneos y son muchos más en número que en cualquier otra crisis anterior. Son imposibles de listar, el "bebé medicamento", el vientre de alquiler,el transhumanismo,los cerebros humanos conectados, la globalización descarrilada, el predominio de lo virtual sobre lo real; masas ya apreciables de personas subvencionadas que nunca trabajarán establemente ni formarán una familia, las calles casi sin niños,  y casi nadie con defectos físicos mayores; en breve, niños sin hermanos, tíos ni primos…
Algunos de los problemas actuales son ya bastante conocidos, descomposición social, control capilar, vigilancia universal, pocas y no muy fuertes relaciones interpersonales… En una parroquia vi un anuncio de un novedoso Centro de Escucha con un número de teléfono, "si no tienes quien te escuche, llama a este número". ¿Quién creería eso en España hace 25 años? Muchas y graves crisis ha habido en la historia pero todas tenían dimensiones humanas, esta, no; esta viene acompañada por un cambio antropológico antes literalmente inimaginable. 

Referencia: La sociedad del delirio de Antonio-Carlos Pereira Menaut, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela y catedrático Jean Monnet de Derecho Constitucional de la UE. 

La felicidad es el bien último o supremo al que se aspira

Aristóteles
La felicidad es el bien último o supremo al que se aspira y tiene una serie de características. Es el fin último, y todos los actos lo buscan. La  felicidad ha de ser completa y autosuficiente. Por este último motivo no puede aumentar por adicción de otros bienes. Aristóteles estaba convencido de que obrar bien, llevar una vida virtuosa y ética, era condición imprescindible para ser feliz.
Para los pitagóricos, la plenitud del hombre estaba relacionada simbólicamente con dos dioses, Orfeo y Dioniso. Del primero se extraía la idea de que el hombre puede lograr la felicidad a través de la belleza y la armonía y de Dioniso, se alcanzaría a través de la pureza y del entusiasmo. De la unión de los cuatro elementos surgía la felicidad en el hombre.


El placer es siempre efímero, fugaz y perecedero

Escribe Samer Soufi en Lo que Freud le diría a Spielberg que “cualquier actividad sensorial placentera que desarrollemos inevitablemente acaba perdiendo su atractivo después de que llevemos un tiempo realizándola…..La comida, la bebida, la música, el sexo, o cualquier otra actividad sensorial, tienen un efecto euforizante y placentero inicial, pero su duración no es ilimitada. A partir de un determinado punto, comienzan a dispararse los mecanismos de retroalimentación negativa del cerebro, reduciendo el nivel de recompensa que producen. Y si pese a todo persistimos en practicar estas actividades, llegará un momento en que el placer se transforme en sensaciones desagradables y nauseabundas. Por tanto, sea cual sea su naturaleza, el placer es siempre efímero, fugaz y perecedero. Y esto tiene que ver con la naturaleza misma del placer. En última instancia, el placer no es más que un mecanismo biológico cerebral que nuestro organismo utiliza para premiar las conductas que, desde una perspectiva evolutiva, maximizan nuestras probabilidades de sobrevivir y propagar nuestros genes.
Si no existiera el efecto de la saciedad se pondría en peligro la propia supervivencia, debido al deseo de persistir en la obtención del mismo placer de forma indefinida.