lunes, 22 de diciembre de 2025

El nazismo evolucionó hasta convertirse en un credo religioso


El nazismo comenzó siendo un credo político, pero rápidamente evolucionó hasta convertirse en un credo religioso, en una religión nacional alemana con sus propios dogmas, ritos y ceremonias que, en cierto modo, aspiraba a sustituir a la cristiana. Los dos dogmas principales del nazismo eran la superioridad de la raza aria, alemana y nórdica, y su derecho a esclavizar o a exterminar a las razas inferiores usurpadoras del “espacio vital” al que la raza superior tenía derecho. A la raza aria no le bastaba con estar constituida por individuos altos y apuestos, rubios, de ojos azules, nobles, inteligentes y sanos. Además era la única creadora de cultura, la única verdaderamente humana, el pueblo de los señores (Herrenwolk), destinado a dominar a las razas inferiores (en realidad especies distintas, infrahumanas: Untermenschen) y a neutralizar a una raza particularmente ponzoñosa, la judía. El joven Hitler pudo contaminarse de ariosofía, una doctrina popular en ciertas esferas de la Viena de su juventud que pretendía rescatar la religión ancestral de los antiguos germanos arrinconada por el Dios judío de la Biblia. La ariosofía atrajo a algunos románticos adictos al excursionismo y añorantes de las sociedades ancestrales que en 1911 fundaron una hermandad, la Hoher Armanen Orden (HAO), en la que se ingresaba mediante certificado de pureza de sangre. Esta sociedad inspiró, a su vez, al grupo Thule, otra agrupación de tenderos y funcionarios subalternos aficionados al ocultismo y a la fantasía. En su impreso de ingreso leemos que “el abajo firmante jura que, hasta donde su conocimiento abarca, ninguna sangre judía fluye por sus venas ni por las de su mujer, y que entre sus antepasados no hay miembros de razas inferiores”.

Mujer libre e independiente

La mujer "libre e independiente" es, actualmente, un modelo intocable. Pero pocos saben que fue un modelo creado con intereses comerciales del tabaco por un mago de la publicidad, Edward Bernays. En 1928, en La ingeniería del consentimiento, Bernays escribía: "Si comprendes los mecanismos y la lógica que regulan el comportamiento de un grupo, puedes controlar y someter a tu placer a las masas sin que estas se den cuenta".
Bernays, cuyos estudios inspiraron al jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels, actuó sobre todo en el ámbito de las relaciones públicas industriales, con resultados que, sin duda, fueron espectaculares. Su primer "golpe" pasó a la historia.¿Cuál es uno de los símbolos más poderosos de la emancipación femenina? La mujer que fuma. Desde luego, no en el Occidente actual, en el que el tabaco es, justamente, obstaculizado, sino en el de hace algunos años.Durante gran parte del siglo pasado fumar representaba un gesto de desafío y de afirmación de la propia independencia en una sociedad tradicional, bienpensante y reacia a reconocer la igualdad de derechos.
Hoy en día, casi nadie sabe que el humo como símbolo de rebelión femenina no fue para nada espontáneo, sino que fue inventado por Bernays. Naturalmente, por encargo. Era el año 1929 y para oponerse a los frecuentes ataques a la industria tabacalera, Bernays organizó en Nueva York, durante una manifestación pública, la "Procesión nocturna con antorchas de la Brigada de la Libertad", durante la cual hizo desfilar a decenas de chicas jóvenes vestidas de manera anticonformista. Jóvenes altas, que llevaban pantalones (en esa época las mujeres solo usaban falda), una camisa blanca, tirantes negros y en la cabeza una boina ladeada.Esas chicas fumaban de manera exhibicionista.Esa provocación en las calles de la Gran Manzana suscitó un clamor enorme en la opinión pública. En unos Estados Unidos con tendencia al puritanismo y a opinar, fueron los periódicos los que se desencadenaron, poniendo en marcha polémicas que a veces fueron feroces. El escándalo fue clamoroso, pero fue acogido con gran euforia por Bernays, que consiguió su objetivo. Aunque subliminal, el simbolismo era perfecto.La libertad evocaba una valor fundamental para la cultura estadounidense, la milicia era una forma de rebelión con una acepción positiva, la antorcha evocaba el cigarrillo y emitía humo. Las polémicas tuvieron el efecto opuesto al deseado por los indignados editoriales estadounidenses, porque llevaron a miles de mujeres a emular a las sufragistas neoyorquinas y, por ende, a sublimar una mensaje capaz de cambiar las costumbres de generaciones enteras; quien quiere ser anticonformista e independiente no puede no fumar.

domingo, 21 de diciembre de 2025

No podemos permitir que toda una masa humana pierda toda conciencia

Karol Wojtyla, futuro Juan Pablo II, escribe la obra Hermano de nuestro Dios. En esta obra de teatro Wojtyla hace decir a uno de los personajes que “no podemos permitir que toda una masa humana se hacine en refugios nocturnos, lleve una vida casi animal, pierda poco a poco toda conciencia salvo el hambre y el miedo…”. Los indigentes tienen derecho a un mínimo de vida decente y respeto propio, y no solamente a la misericordia y la compasión.
Un personaje al que se identifica como “El Orador” dice a los sin hogar del refugio que “tenéis derecho a tener derechos humanos”.


Ninguna persona es un verso suelto

Todos componemos un tejido de relaciones; el que nos ha acogido a nuestra llegada al mundo, y que nos sostiene a lo largo de nuestra existencia. Nos necesitamos unos a otros: “Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible”, dice Tomás de Aquino. Y, si es verdad que el primer apoyo que requerimos suele ser de tipo material, o de supervivencia, necesitamos también sostenernos mutuamente en nuestro camino hacia el futuro; necesitamos sabernos parte de una misma cadena que se extiende hacia adelante con esperanza. Por eso, continúa Tomás de Aquino en la  Suma de teología que “la convivencia humana no sería posible si los unos no se fiaran de los otros”.
Nuestro corazón no se satisface con una vida absolutamente autónoma, en soledad: “ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto”, escribe Josemaría Escrivá.

¿Dudar de todo?

Descartes
Descartes fue científico además de filósofo, hasta el punto de que la obra donde debía exponer todo su sistema, Principios de la filosofía, contiene mucho más material científico que estrictamente filosófico.Aunque su física ejerció una notable influencia durante el siglo XVII, e incluso en los primeros años del XVIII, tanta, de hecho, que el propio Isaac Newton (1642-1727) construyó en parte su obra en discusión con aquella, la historia de la ciencia reserva un lugar relativamente modesto a las contribuciones de Descartes. Ciencia y filosofía no tomaron caminos distintos, como quizá pueda ocurrir hoy. La teoría física general que pretendió construir se concibió desde el principio en estrecha y estricta continuidad con su teoría filosófica acerca del “ser”, imposible de separar una de la otra en su obra. La física general, que, a partir de una concepción mecanicista de la realidad, pretendió aunar las explicaciones astronómicas, meteorológicas, mecánicas, biológicas, etc., hasta construir una imagen unificada del mundo, a ojos de Descartes era inseparable de la cuestión de cómo era esencialmente la realidad, es decir, de cuáles eran las estructuras constitutivas del ser en tanto que ser. Según la célebre imagen que estableció Descartes en los Principia, el saber era un único árbol cuyas raíces eran la filosofía, el tronco la física general o la filosofía natural, y las ramas y los frutos las distintas ciencias particulares, como la mecánica, la astronomía, la biología, la psicología y la medicina, entre otras.
El primer precepto del Discurso del método era no aceptar nunca ninguna cosa como verdadera sin saber evidentemente que lo era “y no incluir en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi espíritu tan claramente y tan distintamente que yo no tuviese ningún motivo de ponerlo en duda”. Por tanto, Descartes se impuso como método filosófico el método de la duda, dispuesto como estaba a no tomar por verdadero nada de lo que pudiera dudarse. Es lo que se conoce como la “duda metódica”. ¿Dudar de todo? Esta duda era, evidentemente, artificial y provisional. No fue ni real ni permanente, como la duda que asalta al espíritu escéptico, sino metódica o programática, de tipo radical, en el sentido de no aceptar nada de lo que uno no pudiera estar completamente seguro. Si se ejerció como método filosófico fue con vistas a alcanzar las certezas a partir de las cuales reconstruir todo el sistema del conocimiento.
¿Esta duda alcanza a las ciencias matemáticas, que no presuponen la existencia de sus objetos ni se valen de los sentidos para conocerlos? En este momento de sus reflexiones, Descartes parecerá afirmar que no, que las matemáticas pueden salir airosas de estas dudas. Si los sentidos no son fiables, en cambio sí que pueden merecer nuestra confianza enunciados tales como 2 + 3 = 5. Aun pudiendo ser imaginarias estas cosas generales (ojos, cabezas, manos y otras semejantes) es preciso confesar, de todos modos, que hay cosas aún más simples y universales realmente existentes, por cuya mezcla (ni más ni menos que por la de algunos colores verdaderos) se forman todas las imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas.

sábado, 20 de diciembre de 2025

No hay filosofía que excuse la falta de sentido común

El filósofo Jaime Balmes escribe que “cuando la naturaleza habla en el fondo de nuestra alma con voz tan clara y tono tan decisivo, es necedad el no escucharla. Solo algunos hombres apellidados filósofos se obstinan a veces en este empeño; no recordando que no hay filosofía que excuse la falta de sentido común, y que mal llegará a ser sabio quien comienza por ser insensato”.
Es tan singular el hombre que “cuando su corazón necesita una doctrina, el entendimiento la inventa y se la presta; siendo raro encontrar a nadie que siga el impulso de sus pasiones sin que al mismo tiempo tenga a mano algunas razones más o menos plausibles para excusar su conducta”.


El Mal solo corrompe y arruina

Tolkien decía que “el Mal no puede crear nada nuevo, solo corromper o arruinar lo que las fuerzas del Bien han inventado o construido”. No obstante, el mal sí puede ser estratégico o manipulador, dice Ignasi Grau.
En Cartas del diablo a su sobrino, C.S. Lewis decía que “la ruta más segura al infierno es gradual”. Individualismo, relativismo y desacralización han cimentado esta ruta hasta el día de hoy. Con la reivindicación del superhombre y el individualismo, nos hemos convencido de que somos, cada uno, el centro del universo. El relativismo nos ha convencido que no existe ni bien, ni mal. Con la muerte de Dios y la desacralización de lo moral, nos hemos convencido de que no hay más allá, y si lo hay, poco le importa cómo nos comportemos. En este contexto, dice Grau, los marcos de nuestra época permiten, en la esfera pública, un mayor margen para el mal.
En nuestra sociedad actual, la libertad no es aquella autodeterminación de la voluntad hacia al bien, evocada por San Agustín, si no más bien, la ausencia de coacciones, incluidas, por supuesto, las coacciones morales.