El pensamiento de los políticos "progresistas" es que si uno no quiere comer cerdo, debemos prohibírselo, no sea que en el futuro él quiera que nosotros tampoco podamos comer cerdo. Y así, por vía de prevención, queriendo defender la libertad en abstracto, recortamos la libertad de personas concretas. Este camino, como todo el mundo debería entender, no tiene fin. Siempre se puede exigir a los ciudadanos que se acoplen un poco más a la moral del Estado. Y el que disienta será porque no ama la libertad.
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