Decía un amigo no católico que de alguna manera envidiaba a los católicos, ya que un católico es la única persona que puede dar una vuelta al mundo y saber que a cualquier parte que vaya se sentirá en casa. En todas partes la misma Misa, en cada sitio los mismos siete sacramentos. Una en fe, una en cabeza, una en adoración. He aquí la unidad por la que Cristo oró, la unidad a la que se refirió como a una de las marcas con que se identificaría su Iglesia por siempre.
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