lunes, 1 de abril de 2019

Saltar desde la realidad a la fantasía


Las dos maneras que el hombre tiene de hacerse a sí mismo y hacerse, por supuesto, en su mundo son las siguientes, o se modifica él para hacer lo que el mundo le requiere, o modifica el mundo para que se le acomode a él. La primera nos conduce inevitablemente al fracaso. Un fracaso confortable tal vez, pero fracaso y, por tanto, infelicidad, aburrimiento. Porque uno no es sino el que le hacen ser, el que los demás le hacen ser, el barbero, el notario, el juez, el médico etc. Somos lo que los demás nos piden que seamos. La segunda nos exige un proyecto en el que nos jugamos la vida, no la vida biológica sino la vida biográfica. Las más de las veces ninguna de estas dos posibilidades resultan factibles y sobreviene la frustración, el fracaso. ¿Qué hacer entonces?, se pregunta Castilla del Pino. 

Queda aún un recurso, saltar desde la realidad a la fantasía y soñar despiertos, única forma de dirigir nuestras ensoñaciones y de que no nos dirijan ellas, como ocurre con nuestros sueños de dormidos, que se nos imponen. Soñar despierto es optar por un determinado sueño. Y si nos entregamos a éste, entonces estamos en el mundo como de visita. El hombre vive, entonces, en dos mundos, en el de ahí (con los demás) y en el de aquí (consigo mismo). La doble vida es la vida de ese hombre que llamamos normal, capaz de compaginar ambos mundos, sin mezclarlos, sin que los objetos de uno se interfieran en los del otro. Una auténtica hazaña de nuestra capacidad de adaptación, dice el psiquiatra Castilla del Pino. 

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