Se dio un renacimiento de la literatura cristiana que, en pleno siglo XX, constituía una sugerente respuesta artística e intelectual al predominante agnosticismo de la época. Barbara Reynolds, doctora especialista en Dante y amiga y biógrafa de Dorothy L. Sayers, ha descrito dicho renacimiento como “una red compuesta de varias mentes que se alimentaban mutuamente”. Sus principales protagonistas fueron, aparte de Chesterton, T.S.Eliot, C. S. Lewis, Siegfried Sassoon, J. R. R. Tolkien, Hilaire Belloc, Charles Williams, R.H.Benson, Ronald Knox, Edith Sitwell, Roy Campbell, Maurice Baring, Evelyn Waugh, Graham Greene, Muriel Spark, Dorothy L. Sayers, Alfred Noyes, Compton Mackenzie, David Jones, Christopher Dawson, Malcolm Muggeridge, R. S. Thomas y George Mackay Brown. La influencia de todos ellos se extendió más allá de la esfera meramente literaria, entre los actores cuyas vidas se vieron mezcladas con las de estos escritores cristianos, contemporáneos suyos, se contaron Alec Guinness, Ernest Milton y Robert Speaight. La publicación, en 1891, de la encíclica papal Rerum novarum provocó una intensa reacción en Belloc y, a través de él, en Chesterton, confiriendo a este resurgimiento de las letras cristianas una dimensión política. Belloc y Chesterton contraatacaron al socialismo de Shaw y de Wells esgrimiendo la doctrina social de la Iglesia, que denominaron “distribucionismo”. Eric Gill, por su parte, se encargó de poner en práctica la teoría defendida por Belloc y Chesterton, y, a finales de los años setenta, E. F. Schumacher la popularizó a través de su conocido Lo pequeño es hermoso. Así como la conjunción de la filosofía de Nietzsche y el socialismo marxista impregnó y caracterizó la obra literaria de Shaw, la unión de la teología cristiana y la enseñanza de la Iglesia de “lo pequeño es hermoso” impregnó y caracterizó este renacimiento literario cristiano.
Considerada en su conjunto, la mencionada “red de mentes” constituyó una eficaz respuesta del cristianismo a aquella época de incredulidad. Y generó, además, algunas de las obras maestras de la literatura del siglo XX, convirtiéndose en el último testimonio de la fuerza creativa de la fe.
Considerada en su conjunto, la mencionada “red de mentes” constituyó una eficaz respuesta del cristianismo a aquella época de incredulidad. Y generó, además, algunas de las obras maestras de la literatura del siglo XX, convirtiéndose en el último testimonio de la fuerza creativa de la fe.
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