Juan Pablo II denuncia en su Encíclica El Evangelio de la vida, de 1995: “Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño”.
Norma McCorvey |
Norma McCorvey, conocida en el caso, como Jane Roe, solicitaba el derecho a abortar porque decía haber sido violada. Demandó a Henry Wade, abogado del distrito de Texas para evitar que aplicase una ley que allí prohibía el aborto. Contemporáneamente surgió un caso similar de otra mujer, Sandra Cano, en el estado de Georgia. En enero de 1973, la Corte resolvió los dos casos a favor de las demandantes; anuló esas leyes en los dos distritos, y se produjo el efecto dominó: se revocaron leyes similares. Sonó el pistoletazo de salida para, en virtud de un falso derecho, poder suprimir la vida naciente en el seno materno. Ahora, queda revocado con la nueva sentencia del pasado 24 de junio.Se ha dicho que en toda guerra la primera víctima es la verdad. En esta guerra desatada contra la vida naciente, Roe, es decir Norma McCorvey, la demandante del derecho al aborto, lo pedía alegando una violación como causa de su embarazo. Años más tarde admitió haber mentido y pidió a la Corte Suprema que anulara aquel fallo. Sandra, la demandante en el estado de Georgia, pidió igualmente la revocación del fallo. No fueron escuchadas.
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