jueves, 4 de agosto de 2022

El camino difícil puede ser el verdadero


La educación se equivoca de entrada si pretende que todos los estudiantes son idénticos y van a aprenderlo todo de idéntica manera. Parece más fácil educar en masa que educar individualmente, pero esa supuesta facilidad suele conducir a un fracaso de conjunto. Más vale aprender que el camino difícil puede ser el verdadero, y que su aparente dificultad se debe a la falta de un método para tratar a cada quien con la sutileza adecuada, al introducirlo en los ritmos de la educación. Una educación que se funde sólo en la memoria, sólo en la disciplina, o sólo en el discurso, desperdiciará las posibilidades que tiene la propuesta de aprender con todo el cuerpo. Porque no sólo la mente recuerda. Los ritmos del cuerpo a menudo son fruto de un intenso aprendizaje y de una memoria cultivada. Los artistas son esa clase de gente de la que siempre decimos que nació aprendida. Sentimos que Mozart sabía música desde siempre, que Rimbaud era un maestro de la lengua desde el origen, que Rembrandt y Miguel Ángel debían saber dibujar antes de saber hablar, pero ello no significa que no tuvieran que aprender. Al contrario, cuanto más dotado un ser humano para un lenguaje y para un arte, más arduo le será dominar ese talento hasta convertirlo en algo verdaderamente fecundo. No olvidamos la ardua disciplina a la que fue sometido Mozart desde niño, las desmesuradas dosis de lectura a que se sometió Rimbaud desde su infancia y a lo largo de su primera adolescencia, no sólo de la gran literatura en francés sino también de los clásicos latinos, el duro trabajo que debió ser el estudio de Miguel Ángel en el taller de sus maestros o el de Rembrandt con los suyos.

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