El escritor escocés Bruce Marshall escribe en El mundo, la carne y el Padre Smith que “hemos de explicar a las gentes que una serie de cosas, que aparentemente nada tienen que ver con el cristianismo, tienen muchísimo que ver con él. Hemos de hacerles comprender que la publicidad moderna es un pecado contra Dios lo mismo que contra el buen gusto, porque corrompe los sentidos y les impide la verdadera apreciación del Altísimo, enseñando a los hombres a amar sólo lo artificial, vulgar y temporal. Hemos de demostrarles que los animales de aspecto repelente pueden sufrir tan vivamente como los hermosos, que un insecto siente la agonía lo mismo que un hipopótamo, que un millón de hombres que mueren en batalla son un millón de muertes aisladas, cada una de ellas independiente y solitaria como las estrellas, los árboles y los bosques. Hemos de enseñar a los hombres que lo injusto no queda justificado por el hecho de que una comunidad lo practique. Hemos de insistir en que las llamadas enseñanzas inútiles sean enseñadas en nuestras escuelas, ya que no son los poetas quienes hacen la guerra”.
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