Las balas duelen, los cadáveres apestan, los hombres expuestos al fuego enemigo suelen estar tan asustados que se mojan los pantalones.
La gente olvida que un soldado destacado en el frente o en los alrededores suele estar demasiado hambriento, o asustado, o helado, o, por encima de todo, demasiado cansado para preocuparse por las causas políticas de la guerra. Pero las leyes de la naturaleza son tan implacables para los ejércitos rojos como para los blancos. Un piojo es un piojo y una bomba es una bomba, por muy justa que sea la causa por la que se combate, escribe George Orwell (Recuerdos de la guerra de España).

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