domingo, 24 de agosto de 2025

La Ciudad de Dios estaba en todas partes

Agustín de Hipona, una de las máximas figuras de la historia del pensamiento cristiano, decía que la gran división en los asuntos mundiales no se encontraba entre lo civilizado y lo incivilizado, entre romanos y barbados, sino entre los dominios terrenales, de los que Roma había sido simplemente el ejemplo más destacado, y un dominio incalculablemente mayor y más glorioso, la Ciudad de Dios. Todos podían esperar dentro de las infinitas murallas de la celestial Jerusalén, sin importar su origen y su puerta era la Iglesia.
Es posible que los grandes imperios, cargados de una marea creciente de pecados humanos, experimentaren un auge, conquistaran y cayeran; “pero la Ciudad Celestial, que peregrina por todo nuestro mundo caído, reúne a gente de todas las naciones, de todos los idiomas, sin importar que sean diferentes en cuanto a instituciones, costumbres y leyes”.Esto encerraba un mensaje de misión y esperanza para los Cristianos. La Ciudad de Dios estaba en todas partes, por todo el vasto territorio del atormentado y fragmentado mundo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario