Maja Sandu |
El pasado 24 de diciembre, vigilia de Navidad, asumió la presidencia la nueva presidenta de Estado de Moldavia, Maja Sandu. Con su victoria sobre el presidente saliente Igor Dodon, Sandu alimenta las esperanzas no solo de la mayoría de los moldavos, sino también de muchos antiguos súbditos de los países del imperio soviético. Su victoria obtuvo el 58% de los votos. La victoria de Sandu se atribuye a los "hombres nuevos", miembros de la clase media urbana que no están involucrados en el sistema de corrupción de la última década, una generación de jóvenes enérgicos, sensibles a la reputación de su país.
Igor Dodon con Vladimir Putin en Moscú
Dodon representaba, y sigue representando, un sistema no transparente e inmoral, una corrupción generalizada en la que todos están atados entre sí, todos se cubren unos a otros y en realidad el único poder reside en el dinero. La clase dirigente del país a menudo se ha comportado como un clan mafioso, como un grupo de interés donde la torta se reparte entre los parientes más cercanos, incluyendo también a los parientes de Transnistria y Odessa, en Ucrania del sur. Dodon y sus secuaces no están dispuestos a abandonar el campo, y en vista de las posibles nuevas elecciones han pasado al contraataque. El Parlamento, sobre el cual el expresidente todavía ejerce un fuerte control, ha tomado en los últimos días una serie de medidas populistas; transfirió el control de los servicios secretos del presidente al Parlamento, estableció el idioma ruso como “Iengua de comunicación entre naciones", dispuso la difusión de canales de televisión rusos y redujo la edad de jubilación. De esa manera, Dodon confía en ganar las elecciones parlamentarias y ocupar el cargo de Primer Ministro con el apoyo explícito de Moscú, del que Dodon no parece avergonzarse a pesar de las numerosas críticas. Pero incluso en Rusia hay muchos que ya no parecen muy entusiasmados con apoyar al impresentable ex presidente.
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