El Imperio soviético había desaparecido de la noche a la mañana. Estados Unidos había ganado la guerra fría, sin dejar de insistir en todo momento en que por su parte no tenía pretensiones imperiales. Pero los acontecimientos producidos en los Balcanes no tardarían en burlarse de aquel final feliz histórico, ya que parecía que los pueblos de Yugoslavia estaban decididos a dar la espalda a aquel nuevo e idílico orden mundial del capitalismo liberal. A los pocos meses del desmoronamiento del comunismo en otras partes de Europa oriental, empezaron a destruir su país en una guerra de secesión caracterizada por las atrocidades contra los civiles y por una sistemática limpieza del terreno (ciscenje terena). Parecía, pues, que aquella historia se resistía a terminar, y pretendía entrar de lleno en los albores del nuevo siglo. El 28 de junio de 1914, Gavrilo Princip había hecho estallar la chispa en los Balcanes al asesinar al heredero del trono de Austria, Francisco Fernando. Su objetivo había sido crear una Yugoslavia unida. Setenta y cinco años después, el presidente comunista de Serbia, Slobodan Milosevic, prendería la mecha que volvería a inflamar la región con una arenga pronunciada al conmemorar los seiscientos años de la batalla de Kosovo. Durante casi cuatro años los aviones de la ONU enviaron ayuda al aeropuerto de Sarajevo, mientras las armas serbias lanzaban una lluvia de balas y proyectiles sobre el centro de la ciudad. Mientras el mundo observaba, 12. 000 personas perecieron en un asedio que duró 1.200 días. Hubo que cavar en los campos de fútbol para disponer de sitio donde enterrar a los muertos, explica el historiador Niall Ferguson.
Lo que ocurrió en Bosnia, añade Ferguson, fue solo parte de lo que a partir de 1989 se daría en llamar el “nuevo desorden mundial”. En la década de 1990 las guerras entre estados se hicieron menos comunes, pero el número de guerras civiles dentro de los estados se disparó. En Ruanda, después de que un avión que trasladaba al presidente del país (y al nuevo presidente de Burundi) fuera derribado, los extremistas de la mayoría hutu trataron de exterminar a la población tutsi del país, alrededor de un millón de personas. Congo se vería implicado en una monstruosa orgía de violencia. En total, se calcula que entre 2,5 y 3 millones de personas han perdido la vida en la gran guerra de África central.
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