Escribe Neil McGregor que todas las tarjetas de crédito del mundo tienen la misma forma y el mismo tamaño, internacionalmente convenidos y adaptados a todos los cajeros automáticos que hoy salpican nuestro paisaje urbano. Si le damos la vuelta a esta tarjeta, veremos que el dorso nos muestra una banda magnética, que forma parte del sistema de verificación electrónico que nos permite mover dinero en todo el mundo de forma relativamente segura y que posibilita la comunicación instantánea, las transacciones instantáneas y la gratificación instantánea. Muchas tarjetas incorporan un microchip. Es esta microtecnología, uno de los grandes logros globales de la última generación, la que ha hecho posible la tarjeta de crédito mundial y, con ella, los bancos mundiales.
Las tarjetas de crédito hacen algo que para mucha gente no era posible antes, te permiten pedir prestado evitando tener que acudir a las casas de empeño tradicionales o a los usureros. Inevitablemente, esta posibilidad comporta un riesgo. El crédito fácil socava valores tradicionales como la frugalidad, porque nos libera de tener que ahorrar antes de poder gastar. Pocas dudas caben de que pagar con tarjeta de crédito incrementa ciertamente la predisposición del cliente a gastar, a menudo más de lo que puede permitirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario