La familia actual, así lo explica la sociología familiar, es una forma vital centrada en los hijos. No es el sistema de parentesco, ni la pareja, sino los hijos los que representan el centro de la familia. Uno sigue siendo padre de sus hijos, aunque estos hayan abandonado la casa paterna y hayan fundado una familia propia hace ya mucho tiempo, y uno sigue siendo toda la vida hijo de sus padres, aunque estos sufran debilidad senil y demencia. La “sangre es una savia totalmente peculiar”, vincula incluso en la separación y perdura más allá de la muerte.
Las relaciones entre padres e hijos y entre hermanos poseen el peso antropológico de un vínculo natural que ninguna rescisión a causa de un arbitrio anímico o por un acuerdo en pareja puede romper, escribe el sociólogo Heinz Bude.
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