En una democracia todos somos iguales ante la ley, pero la ley está lejos de cubrir todas las relaciones humanas que forman la vida social. Si trasladamos automáticamente el modelo democrático e igualitario del ámbito político al antropológico, de lo público a lo privado, pasamos por alto las relaciones jerárquicas de la sociedad. Desde 1968 se ha afirmado a menudo que está prohibido prohibir, comenta el filósofo Tzvetan Todorov, olvidando que no existe sociedad sin prohibiciones, sin normas y por lo tanto tampoco sin subordinación. La frase “los hombres nacen libres e iguales” es producto de una mentalidad generosa y puede estar al servicio de objetivos loables, pero desde el plano antropológico se opone a la verdad…..Todo país diferencia entre sus ciudadanos y los que no lo son, es decir,los extranjeros. Unos y otros no tienen ni los mismos derechos ni los mismos deberes. Los extranjeros deben someterse a las leyes del país en el que viven, aunque no participen en su gestión. Sin embargo, no dejan de ser hombres y mujeres como los demás, que albergan las mismas aspiraciones y sufren las mismas carencias, sólo que la miseria los golpea con más frecuencia que a los demás y lanzan a su alrededor una llamada de ayuda. Y eso nos concierne a todos, ya que el extranjero no es sólo nuestro prójimo, sino que somos nosotros mismos ayer o mañana, en función de un destino incierto. Todos somos extranjeros en potencia.
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