Después de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de la batalla abierta entre el comunismo y las economías de mercado, la victoria de los Aliados sobre las fuerzas del Eje creó una situación sin precedentes. Por primera vez en la historia de la humanidad dos regímenes opuestos, uno basado en el monopolio del Estado (o, más exactamente, del Partido Comunista), el otro en la empresa privada, se enfrentaron uno al otro, en una atmósfera de abierta rivalidad política. Esta confrontación puso de manifiesto los principios de la propiedad pública y de la propiedad privada, que hasta entonces habían sido comparados en teoría de una forma directamente competitiva. Y no hay dudas de que a medida que el siglo XX se acercaba a su fin, el principio de la propiedad privada triunfa en todos sus aspectos. Los contrastes entre Alemania Oriental (RDA) y la República Federal, o entre Corea del Norte y Corea del Sur, o entre Taiwán y la China continental se hicieron más evidentes cada año; contrastes que tenían que ver tanto con la prosperidad como con la seguridad personal de sus ciudadanos. El derrumbe de la Unión Soviética y de su imperio en los años 1989-91 y el compromiso, por parte de los gobiernos comunistas posteriores, de respetar la empresa privada cerraron la discusión, cuyos orígenes se remontan a la Grecia antigua.
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