La necesidad de compartir el mundo con otros engendró las sociedades, y es también lo que en la más remota antigüedad hizo nacer la ciudad. A veces pensamos que la ciudad es una cosa reciente, que acabamos de llegar a ella, que estamos a punto de descubrir cómo diseñarla a plenitud, pero la ciudad es una de las más antiguas invenciones humanas, y así como los campos de nuestros abuelos eran en realidad precarias ciudades dispersas, conviene recordar que la literatura de Occidente no comenzó siquiera con la fundación de un pueblo sino con el relato de la destrucción de una ciudad legendaria, escribe el poetas William Ospina.
“Con la población de la Tierra acercándose a los nueve mil o diez mil millones, las ciudades densas parecen ser cada vez más una solución; la mejor esperanza para sacar a la gente de la pobreza sin arruinar el planeta”, dice Robert Kunzig. La revista acompaña su reflexión con elocuentes fotografías que ilustran la solución urbana, desde las torres fantásticas de Kuala Lumpur, en Malasia, los edificios gemelos más altos del mundo, con 452 metros de altura, pasando por las piscinas celestes de Singapur, hasta llegar al entramado fosforescente de una vista nocturna de Seúl, con su “densa red de torres de viviendas y oficinas” crecida en pocas décadas de auge económico y acelerado enriquecimiento. Resulta indiscutible que las colonias urbanas son el único lugar donde se puede acomodar a tanta gente como la que hoy prolifera en el mundo, y a toda la que se espera para las próximas décadas. El crecimiento incesante de la población, unido al aumento de la expectativa de vida en muchas regiones por los avances en salud, higiene y provisión de servicios, no permite vislumbrar otra alternativa.
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