El endeudamiento no constituye un estado de excepción sino una condena permanente. Convertida en una especie de moratoria infinita, la finalidad de la deuda no consiste en ser saldada sino en permanecer eternamente como tal: flexible, inestable, negociable, continua. Aunque suene paradójico, hoy puede ser una señal de pobreza no tener deudas, no disponer de acceso al crédito, carecer de credibilidad en el mercado.
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