Para John Steinbeck, escritor estadounidense ganador del Premio Nobel de Literatura, “el que ha sido vagabundo alguna vez, lo será siempre. Cuando el virus del desasosiego empieza a tomar posesión de un hombre rebelde, y el camino que lleva lejos de aquí parece ancho y recto y grato, la víctima debe hallar primero en sí misma una razón buena y suficiente para ponerse en marcha. Esto no le es difícil al vagabundo experto. Tiene incorporado un huerto de razones donde elegir. Luego debe planear su viaje en el tiempo y en el espacio, elegir una dirección y un destino. Y debe por último abordar los detalles prácticos. Cómo ir, qué llevar, cuánto tiempo estar. Esta parte del proceso es invariable e indefectible. Después de trazar el plan, disponer el equipo e iniciar un viaje, interviene y se hace cargo un nuevo factor. Cada viaje, safari o exploración es una entidad, diferente de todos los demás viajes. Tiene personalidad, temperamento, individualidad, carácter único. Un viaje es una persona en sí; no hay dos iguales. Y los planes, las salvaguardas, el control y la coerción son todos infructuosos. Descubrimos tras años de lucha que no hacemos un viaje, nos hace él a nosotros. Guías, programas, reservas, cosas obligadas e inevitables, se hunden y naufragan en la personalidad del viaje. Solo cuando el vagabundo de pura cepa reconoce esto puede relajarse y asumirlo. Solo entonces se disipan las frustraciones. En esto un viaje es como el matrimonio. La forma segura de equivocarse es pensar que lo controlas”.
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