martes, 23 de septiembre de 2025

Una trágica ilusión pretender hacer coexistir en un mismo país a comunidades que tienen civilizaciones diferentes

A cada pueblo, su personalidad cultural; a cada cultura, sus valores morales, sus tradiciones políticas y sus normas de comportamiento. Desde hace poco, esta concepción ya no es privativa de los pueblos del Tercer Mundo en lucha contra la supremacía occidental. La suscribe también la fracción de la opinión pública que denuncia la invasión progresiva de Europa por los oriundos de los países subdesarrollados. Para la nueva derecha, actualmente los indígenas son los habitantes del Viejo Continente y los colonos son los millones de hombres que, de acuerdo con la profecía de Houari Boumedienne, abandonan “las partes meridionales pobres del mundo para irrumpir en los espacios relativamente accesibles del hemisferio Norte en busca de la propia supervivencia”. Colonos famélicos sin duda, pero que, con su afluencia masiva, estarían a punto de sumergir y de despersonalizar a los pueblos europeos.
Escribía Michel Poniatowski (Paris-Match, 8 noviembre 1985) que “es una trágica ilusión pretender hacer coexistir en un mismo país a comunidades que tienen civilizaciones diferentes. En tal caso, el conflicto es inevitable. Los grandes conflictos no son conflictos de raza, sino de creencias y de cultura”.

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