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| John Ronald Reuel Tolkien |
Filósofos y estudiosos de la cultura siguen debatiendo la mejor forma de definir el modernismo, la mayoría coincide en que la etiqueta hace alusión a una amplia variedad de ideas y perspectivas que se aunaron en una especie de estado de ánimo, un sentimiento de que nada es permanente. Como escribe Marshall Berman, la modernidad “es una unidad paradójica, la unidad de la desunión; nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire”.Esto es, experimentamos lo moderno como la pérdida de las instituciones y filosofías que antes nos guiaban. Esto significa que las viejas certezas han desaparecido. Algunos estudiosos consideran que el período moderno nace plenamente con el final de la Primera Guerra Mundial, cuando buena parte de Europa se encontraba destruida y muchísimos supervivientes empezaban a preguntarse conmocionados por qué las principales civilizaciones del mundo habían ido a la guerra. Otros consideran que sus orígenes se remontan hasta el Renacimiento, cuando Europa redescubrió la filosofía griega y romana y la Iglesia católica perdió su dominio como marco intelectual de referencia.
Muchos observadores entienden el modernismo como el rechazo extremo de los valores tradicionales. Independientemente de los desacuerdos que pudieran existir entre ellos, los principales pensadores modernos compartían el sentimiento de que las generaciones pasadas se habían equivocado en sus respuestas a la mayoría de las grandes preguntas. Una manifestación de ese sentimiento moderno es la declaración de Karl Marx de que la lucha de clases es el único motor significativo de la historia; otra, la insistencia de Sigmund Freud en que todo gira alrededor del instinto sexual. Ambas formas de ver el mundo insistían en que las explicaciones tradicionales de la actividad humana, las emanadas de la religión o la filosofía clásica, no simplemente eran erróneas sino que se habían agotado. El filósofo Friedrich Nietzsche expresó esto de forma sucinta en su famosa declaración de que Dios ha muerto. En el mundo moderno, lo nuevo era casi siempre mejor que lo viejo y lo tradicional. Las ideas que carecían de una base científica sencillamente no tenían ya cabida, y para muchos pensadores de relieve la religión y la filosofía tradicionales pasaron a ser poco más que supersticiones.
Tolkien dirá que quien no abraza la sabiduría del pasado en tiempos de crisis, la única opción que queda es intentar destruir el presente.
Muchos observadores entienden el modernismo como el rechazo extremo de los valores tradicionales. Independientemente de los desacuerdos que pudieran existir entre ellos, los principales pensadores modernos compartían el sentimiento de que las generaciones pasadas se habían equivocado en sus respuestas a la mayoría de las grandes preguntas. Una manifestación de ese sentimiento moderno es la declaración de Karl Marx de que la lucha de clases es el único motor significativo de la historia; otra, la insistencia de Sigmund Freud en que todo gira alrededor del instinto sexual. Ambas formas de ver el mundo insistían en que las explicaciones tradicionales de la actividad humana, las emanadas de la religión o la filosofía clásica, no simplemente eran erróneas sino que se habían agotado. El filósofo Friedrich Nietzsche expresó esto de forma sucinta en su famosa declaración de que Dios ha muerto. En el mundo moderno, lo nuevo era casi siempre mejor que lo viejo y lo tradicional. Las ideas que carecían de una base científica sencillamente no tenían ya cabida, y para muchos pensadores de relieve la religión y la filosofía tradicionales pasaron a ser poco más que supersticiones.
Tolkien dirá que quien no abraza la sabiduría del pasado en tiempos de crisis, la única opción que queda es intentar destruir el presente.

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