En la primera infancia y la niñez, el apego a los padres o a sus sustitutos es esencial para la supervivencia del niño, y probablemente la garantía de apego es necesaria para convertirse en un adulto capaz de establecer relaciones íntimas con otros adultos en igualdad de condiciones. Aunque los hogares rotos, por desgracia, dice Anthony Storr, son algo común en la sociedad occidental, los padres preocupados por el bienestar de sus hijos tratan de proporcionarles una educación equilibrada y cariñosa que fomente el apego e incremente su confianza en sí mismos. Además, la mayoría de los padres tratarán de garantizar que sus hijos gocen de oportunidades para encontrar otros niños de su misma edad con los que jugar. La garantía de apego entre la madre y el niño refuerza el comportamiento explorador. Un niño seguro de la disponibilidad de su madre normalmente querrá explorar su entorno inmediato, emplear juguetes y entrar en contacto con cualquier otra persona que haya en la habitación, incluyendo otros niños. Hay indicios que sugieren que a los niños de nada menos que dieciocho meses les beneficia que se les permita mezclarse con sus iguales. No cabe duda de que la interacción con niños de la misma edad ofrece unas oportunidades de aprender habilidades sociales que no proporciona la interacción entre los padres y el niño.
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