jueves, 24 de abril de 2025

Para Cataluña el separarse del resto de España supuso un mal negocio

Personas baila la sardana, elaborado en 1710

Richelieu ocupa Perpiñán al tiempo que el ataque de Felipe IV para recuperar Lérida desde el campo de Tarragona y Zaragoza se salda con una estrepitosa derrota. Así se consuma el desprestigio del monarca y su valido el Conde-duque de Olivares (Roma, 6 de enero de 1587-Toro, 22 de julio de 1645), que no tiene más salida que resignar todos sus poderes para ser asumidos directamente por el rey. Como siempre, al poderoso en desgracia le asumen todos los males.
En el Principado, la retirada de los ejércitos españoles no habían traído consigo la soñada “liberación” de la sociedad catalana, sino un aumento de las cargas exigidas por el amo francés para alimentar a su tropa, con el agravante del deterioro de la guerra y el cierre de mercados. Tampoco la oligarquía podía sentirse satisfecha con la mudanza, ni mucho menos con el establecimiento de un gobierno virreinal francés desdeñoso como Olivares en materia de fueros y más avanzado en el control de los recursos económicos. Con el telón de fondo de la antipatía de los catalanes hacia los nuevos ocupantes, la reconquista de Lérida en 1644 permutará a la monarquía preparar la vuelta al redil de la oveja rebelde, sacando partido de los problemas internos de Francia en los años siguientes. Pronto solo permanecerán fuera de su autoridad Barcelona y las colinas pirenaicas, pues muchos catalanes, abandonando la demagogia que hacía culpable a la corona española de todos sus males, se habían decidido colaborar con el ejercito de Felipe IV. Finalmente, en 1652, Barcelona capitula aunque las regiones montañosas conservaran su independencia hasta la paz de los Pirineos.
Para Cataluña la guerra supuso un mal negocio al hacerle soportar muchos de los males que trataba de eludir con su separación de Castilla. Los gastos públicos desmesurados exigieron grandes emisiones de vellón que terminarían por provocar la quiebra del sistema monetario catalán y la ruina de su economía. Con los sectores fabril y comercial duramente castigado por el cierre de las vías italianas y peninsulares, el mercado interno tuvo que aguantar la invasión de las mercancías francesas en beneficio de una minoría de comerciantes importadores. Pérdidas materiales, muertes inútiles en la batalla y la visita inesperada de la peste cayeron sobre el Principado como una maldición que clausura el crecimiento demográfico de principios de siglo y provoca el estallido de un hondo sentimiento antifrancés, relacionado cincuenta años más tarde con la puesta austriaca, hecha por Cataluña, durante la guerra de Sucesión. También la “guerra dels segadors” dejara un himno popular, oficial en la Cataluña autonómica, que, sin embargo, fue escrito en el siglo XIX, al socaire del romanticismo. Ara és hora, segadors/ Ara es hora dèstar alerta/ Per cuan vingui un altre juny/ esmolem ben bé les eines ( Ha llegado la hora segadores/ Ha llegado la hora de estar alerta/ Para cuando llegue otro junio/ afilemos bien las herramientas).
Referencia: Biografía de España de Fernando García de Cortázar

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