“El deseo de pertenecer a una comunidad es tan natural en los seres humanos como el deseo de comer o dormir o beber o moverse, o cualquier otra necesidad humana básica. No creo, como creía Hobbes, que los seres humanos sean siempre solitarios, brutos, etc., sino que han vivido siempre en comunidades de algún género, porque el deseo de vivir entre gente que entienda el idioma de uno, entre la que uno se sienta en casa (sean cuales sean los sentimientos entre individuos), que forma una unidad natural, digamos, es permanente. En el caso de las naciones (prescindiendo de cómo puedan haber surgido), la conciencia nacional la considero un sentimiento humano natural que no debe en modo alguno condenarse, que crea la solidaridad, la lealtad, el patriotismo y otros sentimientos que unen a los seres humanos entre sí y hacen posible y valiosa la cooperación”, escribe Isaiah Berlin en su libro El fuste torcido de la humanidad.
Añade Isaiah Berlin que “la diferencia entre patriotismo y nacionalismo consiste precisamente en ese orgullo arrogante, esa xenofobia, ese sentido de misión, de estar escogido para transformar el mundo, que es la fuente de los males que usted y yo condenamos”.
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