Escribe Mary Wollstonecraft en su libro Vindicación de los derechos de la mujer que “la seguridad del matrimonio, que permite que la fiebre del amor mengüe hasta una temperatura saludable, es considerada insípida sólo por aquellos que no tienen suficiente intelecto para sustituir la admiración ciega y las emociones sensuales de cariño por la tranquila dulzura de la amistad y la confianza del respeto. Éste es, debe ser, el curso de la naturaleza. La amistad o la indiferencia suceden inevitablemente al amor y esta naturaleza parece armonizarse perfectamente con el sistema de gobierno que predomina en el mundo moral. Las pasiones estimulan la acción y abren la mente; pero se reducen a meros apetitos, convirtiéndose en una gratificación personal y momentánea, cuando se alcanza el objeto y la mente satisfecha reposa en su disfrute. El hombre que poseía alguna virtud mientras luchaba por una corona, con frecuencia se vuelve un tirano voluptuoso una vez que ésta ciñe su frente; y cuando el marido continúa siendo amante, el senil, presa de los caprichos infantiles y los celos, abandona los serios deberes de la vida”.
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