miércoles, 11 de junio de 2025

Donde se queman libros, al final también se quema a gente

El 10 de mayo de 1933 los universitarios alemanes organizaron procesiones de antorchas por todo el país y quemaron veinticinco mil libros considerados antigermánicos, entre ellos los del poeta Heinrich Heine, un judío convertido al cristianismo. En su obra de teatro Almansor de 1821, Heine escribió: «Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen», donde se queman libros, al final también se quema a gente.
No es posible representar campos de exterminación. Las películas y las fotografías existen como registros documentales del horror, pero no pueden ser arte. Es interesante señalar que en el Atlas de Gerhard Richter, entre los cientos de fotografías que recopila durante años hay tomas de los campos de exterminación, de lo que describió como “imposible de pintar”. Richter, que es trece años mayor que Kiefer, tiene recuerdos específicos de la guerra. Kiefer no tiene ninguno. No fue participante sino heredero de los crímenes de los progenitores, especialmente de los padres; tanto él como su generación fueron producto de las secuelas de Alemania, un país que los bombardeos habían reducido a escombros y que estaba habitado por ciudadanos que eran incapaces de hablar de su pasado nazi, escribe Siri Hustvedt.

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