Entre los siglos VII y VI antes de Cristo vivieron los denominados Siete Sabios, personajes legendarios y semíticos, pensadores y hombres de Estado sobre los que no es posible precisar con seguridad cuando vivieron ni la autenticidad de sus nombres. De ellos provienen sentencias, los primeros preceptos morales para alcanzar una existencia virtuosa que transmitieron con relativa fidelidad autores posteriores. Algunos ejemplos son "Conócete a ti mismo”, probablemente de Tales, “No hables mal del que ha muerto” de Quilón, “Nada es demasía” de Solón, “Conoce el momento oportuno” de Pitaco, “La mayoría de los seres humanos son malos” de Biante, “Lo mejor, la medida” de Cleóbulo, “La precipitación es peligrosa” de Periandro.
Para Pitágoras (siglo VI antes de Cristo) el cielo entero es armonía y número, un orden universal inmenso y bello, que también está en correspondencia con el alma. El pensamiento pitagórico eleva el alma hasta convertirla en el verdadero ser del hombre, que tiene que cuidar moralmente de su esencia. El hombre es concebido como un ser espiritual dotado de atributo divino de inmortalidad.
Para Pitágoras (siglo VI antes de Cristo) el cielo entero es armonía y número, un orden universal inmenso y bello, que también está en correspondencia con el alma. El pensamiento pitagórico eleva el alma hasta convertirla en el verdadero ser del hombre, que tiene que cuidar moralmente de su esencia. El hombre es concebido como un ser espiritual dotado de atributo divino de inmortalidad.
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