“No cabe duda de que, en la compleja historia de Europa, el cristianismo representa un elemento central y determinante. La fe cristiana ha plasmado la cultura del continente y se ha entrelazado indisolublemente con su historia. El camino hacia el futuro no puede relegar este dato, y los cristianos están llamados a tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades permanentes. Tienen el deber de dar una contribución específica a la construcción de Europa, que será tanto más válida y eficaz cuanto más capaces sean de renovarse a la luz del Evangelio. De este modo se harán continuadores de esa larga historia de santidad que ha impregnado las diversas regiones de Europa en el curso de estos dos milenios” (Juan Pablo II, Carta para la proclamación de Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena y Santa Teresa Benedicta de la Cruz copatronas de Europa).
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