La unidad de una familia no se identifica con la mera cohabitación de sus miembros, como la paz no es la simple ausencia de guerra. En un hogar, una empresa, podría no haber grandes conflictos, y a la vez existir muros sutiles con los que unos se protegen de otros. Son muros que se levantan a veces casi sin darnos cuenta, porque la convivencia cotidiana trae consigo, casi inevitablemente, tensiones o enfados. “Hay roces, diferencias... Pero esto son cosas corrientes, que hasta cierto punto contribuyen incluso a dar su sal a nuestros días. Son insignificancias, que el tiempo supera siempre”. El tiempo acaba mostrando, siempre que no dejemos que la soberbia las hinche, que algunas cosas a las que en su momento dábamos mucha importancia en realidad no la tenían. Por eso, especialmente en la vida familiar, es importante estar atentos para evitar que se alcen, ni siquiera un poco, esos muros a veces casi imperceptibles que nos distancian a unos de otros. Si, en lugar de pasar por alto las cosas que nos resultan molestas, alimentáramos resentimientos, lo que en sí es normal e inofensivo nos podría entumecer poco a poco el corazón, de modo que nuestro trato con los demás, y así el ambiente de la casa, se fuera enrareciendo.
Salir del círculo vicioso del resentimiento, que lleva a atesorar una lista de agravios, en la que el yo siempre sale enaltecido a costa de las deficiencias de los demás, reales o imaginarias, afirma Carlos Ayxelà.
Salir del círculo vicioso del resentimiento, que lleva a atesorar una lista de agravios, en la que el yo siempre sale enaltecido a costa de las deficiencias de los demás, reales o imaginarias, afirma Carlos Ayxelà.
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