En 1981, Juan Pablo II afirmó que la propia Biblia “nos habla de los orígenes del universo y su creación no para aportarnos un tratado científico sino para establecer la correcta relación de los hombres con Dios y con el universo. Las Sagradas Escrituras desean simplemente declarar que el mundo fue creado por Dios, y otra enseñanza sobre el origen y la creación del universo es ajena a las intenciones de la Biblia, que no desea enseñarnos cómo se creó el cielo sino cómo se va al cielo”.
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